FACIES: tres lienzos de 1,20 x 50 cada uno. Técnica mixta con transferencia modificada

Tres obras (composiciones) unidas forman el conjunto artístico. ¿Porque el número tres? Por sus muchas interpretaciones y   gran carga simbólica. Ya decía Virgilio que el número tres era el número perfecto. El neoplatonismo ve en la triada la unión del SER, la INTELIGENCIA y el ALMA.

Las imágenes representadas son facies sin piel, desolladas. Es su visión más literal y real, sin el escudo dermo-epidérmico que protege al ser humano, en una tríada con tres distintos niveles.

Tienen una expresión neutra, sin rasgos que transmitan emoción alguna. Unidas al fondo negro inoculan una sensación de pesimismo sin contradicción con la esperanza.

En el primer nivel, la imagen facial está en un escalón muy bajo. En el siguiente lienzo, ha ascendido y en el último, se sitúa en un nivel superior (opuesta y arriba), encarnando el pesimismo social, tintado con la esperanza de la recuperación. No es felicidad, pero sí serenidad, está ausente toda muestra de dolor.

Schopenhauer declaró que “La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes” y en esta obra (Facies) se reflejan estas dos impresiones: por un lado, la ausencia de aflicción y, por tanto, un pequeño atisbo de dicha (estoicismo) mezclado con la absoluta soledad, tal vez, incertidumbre vital y asunción de la muerte.

Son las “facies arrojadas al lienzo”, con rasgos de encubrimiento blanco, escasos pero latentes. Lo oculto en el albo refleja el concepto de SOMBRA de JUNG: un vigilante de nuestro propio inconsciente. Pero FACIES por sí misma no permite que haya un potente vigilante porque la cara es un reflejo cristalino del propio inconsciente.

El fondo es negro rugoso, en cierto modo, áspero y muy consistente.  Este fondo nos vuelve a representar el pesimismo filosófico de Schopenhauer: “La persona sabia no busca una inaccesible felicidad, sino, más bien, la ausencia de dolor”.

Las facies terminan por simbolizar nuestro inconsciente, por eso muestran ausencia de piel. Personifican la más rotunda y profunda desnudez de nuestro aparato psíquico.